lunes, 18 de mayo de 2009

Día 11: Santiago de Compostela

El día 11 se presenta muy tranquilo. La verdad es que estamos muy cansados del viaje de ayer, fue algo agotador, y estamos cansados de tanto coche, así que decidimos pasar el día por Santiago, conocerlo andando por sus calles, ya que ayer por la noche nos encantó lo poco que vimos.

Nos levantamos no demasiado pronto, pero sí lo suficiente como para desayunar con tiempo en el hotel. Bajamos al salón donde dan los desayunos, el salón de los peregrinos. Nos cuesta un poco de encontrar, ya que se accede desde la planta baja con un acceso no demasiado claro. Al final, preguntamos al botones que abre la puerta y nos lo dice.

Cuando llegamos al salón y vemos el desayuno... ¡increíble! ¡Hay de todo! Es un buffet libre de lujo, eso sí, está a tope, y eso que estamos en crisis. Está lo típico de siempre, fruta, fiambre y postres pero con más cosas de lujo, por ejemplo, salmón ahumado, espárragos, varias clases de jamón serrano, fresas... Así que, como siempre, desayunamos una barbaridad.

Después del desayuno, estamos muy llenos, cómo no. Subimos a la habitación a lavarnos los dientes y es cuando, tumbados en la cama, nos dormimos la siesta a las 11 de la mañana. Aunque no lo parezca, viajar cansa, y mucho. Cuando nos despertamos, es cerca de la una del mediodía. Nos vamos a ver Santiago.

Al salir del hotel, vemos que hace mal día, está chispeando y tenemos que abrir el paraguas. Vamos a visitar la catedral, pero nos equivocamos de entrada y tenemos que ir a buscarla y justo en este momento vemos un trenecito turístico. Como encima hace el tiempo así, decidimos subirnos.

Viajamos en tren por las calles de la ciudad, aunque se centra sobre todo en la parte más nueva, lo que no es el centro histórico, cuando lo más bonito es eso, así que a Carlos no le acaba de gustar demasiado. Llegamos otra vez al centro. Vamos en busca de la entrada a la catedral, aunque esta vez tenemos más suerte y la puerta de entrada principal está abierta, ya que se ha acabado la misa. La catedral por dentro es muy bonita, pero tengo que reconocer que por fuera es preciosa y me gusta mucho más. Por ser semana santa, está llena de gente y es difícil disfrutarla. Vemos el botafumeiro que tantas veces hemos visto por televisión.



Salimos y decidimos dar un paseo por las calles de la ciudad. Caminamos por ellas entrando en cada tiendecita y mirando los posibles regalos que vamos a llevar a Valencia. El viaje se acaba y tenemos que comprarlos ya. Ya es tarde para comer, pero con el atracón del desayuno no tenemos demasiada hambre, así que decidimos tomar unos pinchos en un bar de la Rúa do Franco (es una de las calles principales y sin duda la más transitada). Son de tortilla de patatas con queso y bacon, chistorra con pimiento de Padrón y, acompañados de una copa de albariño.

Después del tentempié, nos vamos al hotel. Tantas compras nos han vuelto a agotar, así que nos vamos a descansar. Dormimos la siesta desde las 17 horas hasta las 20 horas. ¡Ufff! ¡qué vida esta! Podría acostumbrarme a vivir así...

Cuando nos despertamos, salimos y está lloviendo a cántaros. Subimos otra vez a la habitación con la idea de buscar en internet un buen sitio donde hagan mariscadas pero que no nos tomen el pelo, ni con el precio ni con la calidad. En internet encontramos un par de referencias, pero una vez en la calle, no sé, no me acaban de convencer, así que decidimos ir a la otra taberna que nos recomendó la chica de la tienda donde vendían albariños, O gato negro.

La taberna es más bien bastante cutre, pero está a tope, y no de turistas, así que suponemos que estará bien. Esperamos mesa durante unos 20 minutos y mientras Carlos pide una copa de albariño y yo una coca-cola. Por fin, nos dan una mesa en una sala pequeña, de unos 15 metros cuadrados, la única sala del restaurante. Para cenar, pedimos un pulpo a la gallega y una especie de chipirón en su tinta. Lo mejor de todo (personalmente), el pan. ¡Nos comemos la bandeja entera de pan gallego!, y eso que nosotros no somos de comer pan. Además, pedimos una jarra de ribeiro, por probarlo. Es un vino muy turbio, aunque no está mal, nos gusta más el albariño.

Al salir de la taberna, vamos paseando por las bonitas calles de Santiago. Es precioso, tiene un encanto increíble de noche. Lo malo es que sigue lloviendo. Hacemos unas cuantas fotos a los edificios y nos vamos hacia el hotel, no sin antes encontrarnos otra vez con la tuna. Estuvimos un rato mirando cómo tocaban y animaban la noche. La verdad es que lo hacen muy bien.



Al llegar al hotel, entramos en la cafetería a tomarnos un café solo Carlos y un café con leche yo, con unas pastas de té. Tras este duro día, nos vamos a dormir.

¡Buenas noches!

sábado, 11 de abril de 2009

Día 10: Santo Estevo - Santiago de Compostela

Hoy es día de partir hacia nuestro último destino, Santiago de Compostela. Tenemos muchas esperanzas en el hotel, todo el mundo nos ha dicho que es una pasada y siendo cinco estrellas gran lujo, las expectativas son muy altas. Nos levantamos y.... para qué voy a contar nada, seguro que ya lo sabéis, desayunamos, cómo no, y para variar, como unos bestias. La idea hoy es no salir demasiado tarde para hacer una ruta por las rías baixas, y, si podemos, visitar a un cliente de Carlos que está en Vigo.

Nos ponemos en marcha. La verdad es que no me apetece demasiado el viaje, daría algo por estar ya allí y no tener que coger el coche, pero qué le vamos a hacer. Salimos y nos dirigimos dirección a Vigo. Conduce Carlos, así que por el camino aprovecho para echarme una siestecita del borrego (bueno, con tanta comida en el desayuno, no sé si sería del borrego exactamente). Llegamos a Vigo y buscamos la tienda del cliente de Carlos. La verdad es que Vigo nos parece un poco complicada y el Tom Tom, para variar, no ayuda demasiado y nos mete por calles en contra dirección. Pero finalmente lo encontramos. Vamos a la tienda y saludamos a su cliente, son personas agradables con quienes hablamos un rato y nos aconsejan algunos sitios que visitar y donde comer una buena mariscada. Cuando acabamos de hablar con ellos, nos vamos hacia el sur, desviándonos de nuestra ruta, para intentar comer en una marisquería que nos han recomendado, en Baiona.

Al llegar allí, la vemos fácilmente. Pero cuando nos acercamos a ver el precio, nos asustamos un poco y decidimos que otro día de ayuno nos vendría bien. Ya que estamos al lado, decidimos acercarnos al parador de Baiona, que nos lo han recomendado en varias ocasiones. Es una fortaleza muy chula, aunque el parador en sí mismo no nos gusta demasiado (por fuera, ya que no llegamos a entrar). Por cierto, para entrar hay que pagar, tanto andando como en coche. Mejor... nos vamos.

Seguimos la autopista hasta Pontevedra y allí nos desviamos hacia un pueblecito costero llamado Cambados y que también nos han recomendado. Desde este se ve la ría, pero al hacerlo en coche supongo que pierde encanto, porque la ruta desde Cambados hasta que nos desviamos a Padrón porque el camino, aunque en la guía Repsol sale verde, no nos aporta cosas demasiado interesantes y vemos la ría en ocasiones y sólo de refilón. Así que en Padrón decidimos coger la autopista hacia Santiago, yo ya no puedo más y son las 17 h. Y así lo hacemos, por fin, y después de algunas vueltas gracias a mi gran amigo Tom, llegamos al parador, una maravilla en plena plaza del obradoiro.

Nada más llegar ya notamos el lujo. Directamente, nos cogen las maletas del maletero, nos las llevan a la habitación, nos aparcan el coche, la habitación es gigante y encima tenemos una macedonia de frutas esperándonos junto a una tarjeta dándonos la bienvenida... mmmmmhhhm, qué gozada! Le digo a Carlos que ahora sólo quiero cinco estrellas gran lujo en mi vida, jejejej.

Como siempre, nos ponemos a investigar por el hotel, un claustro, otro claustro, otro y otro. Carlos se pierde y cree que ya hemos pasado por ese antes (es todo un poco laberíntico) y le tengo que explicar cómo está dispuesto el parador (porque él es como Santo Tomás, ver para creer). Después salimos a la plaza, hay una procesión de Semana Santa, la seguimos hasta que cambia de calle y nosotros seguimos por la calle principal, donde más tiendecitas de souvenirs hay, la rúa do Franco. Nos damos un bonito paseo por las tiendecitas (qué pena no ser millonaria!).

Una chica en la puerta de una tienda nos "compra" con unas piedras de Santiago, y, como dos buenos turistas, cedemos entrando a la tienda, donde nos da a probar de todo: torta de Santiago de azúcar glas, sin azúcar glas, bombones, crema de orujo, albariño... Y, como estamos comiendo poco últimamente, lo probamos todo. Le decimos que volveremos para comprarle (y lo haremos). Aprovechamos la circunstancia para preguntarle por algún sitio para cenar, que no sea demasiado turístico. Nos aconseja dos, "Orella" y "O gato negro", nos dice que por fuera son bastante cutrillos pero que se cena muy bien a buen precio.

Después de mirar un poquito las cartas de los bares más cercanos, nos acercamos a la calle donde están los dos recomendados. La verdad es que por fuera, parecen bastante cutres, efectivamente, pero en concreto uno más que otro, así que optamos por entrar a "Orella", el menos cutre. Nos sentamos en una mesiña, y pedimos: orella (oreja de cerdo cocida), pulpo a feira y unos mejillones al vapor, regado todo con un albariño. La verdad es que está todo muy bueno, pero las raciones son para cuatro, así que acabamos a punto de reventar, y aún así pedimos postre, Carlos un flan con nata y yo una tarta al whisky.

Después de esto, nos disponemos a dar un paseíto por la ciudad, para bajar la cena. Vamos andando por la bonita ciudad y llegamos a la praza das praterías. En ella hay dos chicos subidos a una fuente y están gritando ¡dos voluntarios, por favor! Yo, en mi desconfianza habitual, me creo que es un timo o que vete a saber lo que quieren hacer, pero después de estar un rato intentando averiguar para qué querían dos voluntarios, resulta que era para tapar los cuatro caños de la fuente, decían que si se tapaban el agua salía por arriba, por la cruz que lleva la figura de la fuente. Como mi niño es así de sociable y optimista, se acaba subiendo a la fuente junto a los otros dos (qué pena no haber llevado la cámara). Por fin consiguen convencer a una chica que va con ellos y tapan los caños. Pero la chica no aguanta y se acaba mojando y se baja. Al cabo de un poquito, llega otro chico y también se sube. Tapan los cuatro caños y, después de esperar un tiempo, allí no pasa nada, así que tiran la toalla, porque encima se están mojando. Pasamos un gracioso rato, pero Carlos acaba mojado, aunque a él poco le importa.

Seguimos paseando, ya con la intención de volver al hotel porque Carlos va mojado y estoy preocupada por que no se costipe, cuando oímos cantar a la tuna, así que nos acercamos. Estaban debajo de los soportales del palacio de Raxoi, el edificio de al lado del parador. Hay poca gente, dado que es miércoles, aunque mañana sea fiesta. Tocan todas las típicas canciones, pero son muy graciosos, parece el club de la comedia y yo me parto de la risa. De repente, piden una voluntaria, y entre que no había demasiada gente y Carlos que empieza a hacerles señas señalándome ¡me hacen salir! En fin, estoy cogiéndole el puntillo a esto de la tuna. Me ponen la capa y empiezan a cantar y me dicen que elija a uno para bailar con él. Pero claro, decente que es una, le digo que estoy recién casada y que estoy de viaje de novios, así que le dicen a Carlos que salga (ejeje, le he metido en el lío), y nos ponemos a bailar allí enmedio. ¡Qué bonito, qué bonito! Qué bien lo hemos pasado, y la tuna es muy graciosa. Pero a las 23.30 h, acaba la función y se van, así que nosotros también nos vamos al hotel a descansar.

¡Que os vaya bonito!

viernes, 10 de abril de 2009

Día 9: Catamarán por el Río Sil y circuito de SPA

Despertamos en la nueva habitación y descubrimos la belleza de las vistas. Hay una nube baja que cubre el hueco entre las montañas. Parece como si fuera un estanque de nubes y resulta increíble.

Hoy tenemos el paseo en catamarán por el Sil y esta vez va en serio, al menos eso nos pareció cuando ayer reservamos por teléfono :-). Llegamos al embarcadero y parece que ha sido más corto; quizás por el hecho de conocer el camino. En el embarcadero hay bastante gente, así que esta vez parece que sí haremos el viaje. El barco tiene un aspecto bastante moderno, con 2 alturas, la de arriba está al aire libre y la de abajo acristalada con cristales tintados. Tras esperar unos minutos, embarcamos y en breve comienza el trayecto. Al adentrarnos hacia el centro del río confirmamos nuestras dudas: atrás vemos una presa, por lo que realmente estamos en un embalse. Tiramos río arriba donde el río se estrecha un poco, pero sigue siendo muy ancho. A cada lado, en ambas orillas del río, las montañas son más abruptas que en la zona del embarcadero, teniendo una pendiente de entre el 70 y el 100%. Estamos justo en la delimitación de las 2 provincias: a la izquierda tenemos la provincia de Lugo y a la derecha la de Orense. Las Las vistas son impresionantes durante todo el camino. El río tiene 42 km navegables, pero el barco sólo recorre 2 km, que es suficiente.










Antes de dar la vuelta llegamos a un punto en el que las laderas que rodean el río son menos abruptas y se pueden observar varios viñedos de la Denominación de Origen Ribeira. La guía nos cuenta la dificultad del cultivo de la uva en esta zona, debido a la situación de los viñedos: están en medio de la ladera de la montaña, entre la orilla del río y la cima. Lo más complicado era la recogida de la uva, ya que los viñedos, en la mayoría de los casos no son accesibles en coche.










En el camino de vuelta la guía nos muestra 2 rocas que tienen el aspecto de obispo. Una está a en la ladera de la derecha, que es el obispo de Lugo y la otra, un poco más adelante, en la ladera de la izquierda, que es el obispo de Orense. la verdad es que hay que tener imaginación, o haberse tomado un par de vinos para reconocerlos como tal, pero bueno, algo sí se parecen :-). También hay una roca que parece el rostro de un árabe, con el turbante incluido, y otra de una persona reposando en una silla. Sinceramente no recuerdo a quién representaba esta última roca, pero desde ese momento, Iris y yo comenzamos a jugar al "roca, roca", que al parecer, debe ser la versión del "veo, veo" que se practica por esta zona... ¡jajaja! En este sentido también se puede divisar el Monasterio de Santa Cristina, que era el segundo más antiguo de la Ribeira Sacra y que ya visitamos ayer. Además de todo lo dicho, también divisamos varias cascadas en la ladera de Orense, que llegan hasta el mismo río.










El trayecto en catamarán ha durado una hora y media aproximadamnete y ya estamos de vuelta al Parador. Como a las 4 tenemos reservado el circuito de SPA, decidimos comer algo ligero en la cafetería, en lugar de ir al restaurante. Iris se pide un sandwich vegetal y yo un bocadillo de jamón serrano. Están muy buenos, aunque son bastante típicos en cualquier parte de España. Esta vez no tomamos postre para no cargar mucho al estómago y evitar un corte de digestión. Todavía nos quedan unos minutos, por lo que subimos a la habitación a descansar un poquito, pero enseguida nos preparamos para la parte más dura del día...

En el SPA somos los únicos que tenemos reserva a las 4, así que genial, porque tenemos todas las piscinas para nosostros. El SPA podría haber sido muy normal, porque tiene lo que cualquier otro SPA: una piscina activa de agua templada con chorros para cervicales, dorsales, lumbares y piernas; otra piscina, también de agua templada con hidromasaje, y una tercera piscina de agua fría para reactivar la circulación sanguínea, después de un rato en cualquiera de las otras dos; duchas de sensaciones con un programa con esencias y aceites; sauna finlandesa (la típica, de ambiente seco); baño turco (ambiente húmedo); zona de relax, donde te puedes preparar un rico té. Sin embargo, la peculiaridad de este SPA es que tiene un jacuzzi en el exterior, en una terracita a pie de bosque. Es impresionante, a un lado tienes el parador y justo en frente, un paisaje lleno de árboles: robles, castaños, eucaliptos, etc. Como os imaginaréis, la mayor parte del tiempo la pasamos en el jacuzzi :-).

Como siempre, lo bueno dura poco, así que el SPA también se nos hace corto. Antes de cenar nos damos una vuelta por el exterior del parador, concretamente por una pequeña ruta que tienen definida para visitar algunas zonas interesantes que tenían utilidad en el pasado, cuando el Monasterio lo habitaban los monjes. Ya habíamos pasado por aquí durante la visita guíada al Monasterio, pero esta vez íbamos por nuestra cuenta. Vemos los restos de una ciudad Celta, bueno, realmente, eran los restos de una casa Celta, los hornos, donde hacían el pan y el muro que delimitaba las pertenencias del Monasterio. Nos hacemos unas cuantas fotos durante todo el camino y es que el paisaje nos encanta. Está lleno de robles, que parece ser que es lo que originalmente dio el nombre a la zona: Ribeira Sacra. Lingüísticamente, Ribeira proviene es una derivación de Roble, aunque actualmente hace referencia a la Ribera del Sil.













Para terminar la ruta nos salimos del Monasterio para adentarnos en la aldea, que queda justo enfrente. Vamos en busca de un par de casas que nos comentó ayuer el guía. Una era la casa de la justicia, donde la Inquisición realizaba los juicios y, al mismo tiempo, tenía los calabozos; la otra, era la hacienda, donde se recaudaba el diezmo. Subimos por una cuesta bastante pronunciada y cuando llegamos al final vemos la primera de las casas. La reconocemos porque tiene esculpido en una de sus paredes el escudo de los monjes. Girando la vista, vemos la otra casa, que está en un pequeño callejón, también con el escudo esculpido en la pared. Nos metemos en el callejón para acercarnos a la puerta y vemos que a la altura de la casa hay un entrante por la izquierda lleno de vegetación. Andamos más despacio mirando hacia el entrante, como si fuéramos con cuidado en previsión a lo que pudiera haber tras la esquina... Yo voy delante e Iris detrás y, de repente, me giro rápidamente y hago un gesto como si echara a correr. Iris pega un bote y del susto se le sale el corazón de su sitio, pero cuando ve mi cara sonriente empieza a agitar los brazos como si me quisiera pegar, pero sin llegar a hacerlo; parece que la ha poseído un espíritu maligno... Intento abrazarla para calmarla, pero el enfado que tiene me lo impide, y no es para menos, ¡menudo susto le he dado! Poco a poco va recuperando la calma y consigo abrazarla y darle un beso (bueno, muchos besos :-).










Llega la hora de la cena y estamos en la habitación. Como nos entra la pereza, pedimos un par de platos al servicio de habitaciones; concretamente, la Empanada do Mosteiro (empanada gallega) y una ensalada mixta. De postre tomamos las filloas rellenas de compota de manzana, con un canuto relleno de crema pastelera. Personalmente, me gusta más el canuto que las filloas, que no son otra cosa que un crepe.

¡¡Besos y abrazos!!

miércoles, 8 de abril de 2009

Día 8: Paseo por la Ribeira Sacra y visita a Orense

Hoy tenemos planes. Hemos reservado por internet dos billetes para subir en un catamarán que nos dará una vuelta por el río Sil. Estamos ilusionados, ya que el paraje alrededor del monasterio es absolutamente impresionante y la visión que tuvimos del río desde la carretera era alucinante. Así que nos levantamos pronto y desayunamos con tiempo para ir tranquilos. La noche ha sido dura, en la habitación hacía un calor horrible y Carlos se ha pasado toda la noche sudando. Lo vamos a decir en el hotel para que lo arreglen porque es de verdad una sauna. Desayunamos como si no hubieramos probado bocado en dos semanas y comentamos en recepción el problema de la habitación. Nos dicen que van a llamar al técnico y si hay problemas nos cambiarán de habitación.

Cogemos el coche y nos vamos hacia el "embarcadeiro", que se encuentra cerca de un pueblo llamado Loureiro (una palabra con más vocales que sílabas). Nos hemos enterado que Loureiro significa laurel. Durante el camino, el paisaje es precioso, no os podéis hacer una idea. Árboles por todas partes, todo, absolutamente todo, verde, las rocas, también verdes, invadidas por el musgo, cada dos por tres un riachuelo. Espectacular, el paraíso no lo imagino más bonito. Cualquier foto que publiquemos aquí no hará justicia a la belleza del paisaje.










Después de un rato, llegamos al embarcadero. No hay nadie, qué raro. Sólo un coche, todo cerrado y dos barcos, uno más pequeño que otro. Nos acercamos hacia el más grande ya que vemos que hay alguien. Después de un rato esperando, el hombre sale y nos dice que hemos contratado con la otra compañía pero que hoy no van salir, ni unos ni otros. Increíble, nos parece lo peor, así que emprendemos el regreso y llamo a la otra empresa (a la del señor que amablemente nos había informado). Nos dan cita para mañana a las 12'30. ¡Genial! Hemos tenido suerte incluso habiéndonos dado plantón, ya que el barco grande es más chulo.

Está lloviendo. Decidimos seguir una ruta para ver el monasterio de Santa Cristina y un mirador, y de allí ir a Ourense, ya que el día parece que va a ser malo en cuanto a la climatología. El camino sigue siendo precioso, impresionante, de vez en cuando nos paramos para hacer alguna foto. Llegamos a un mirador, el de Cabezoas, pero está lloviendo mucho y las vistas pierden bastante. Seguimos la ruta y después de un rato llegamos una indicación hacia un pueblo llamado Requián, yo no quiero entrar, pero Carlos sí, así que, como conduce él, entramos. Es un pueblo muy pequeño, de pocas casas, donde los pocos habitantes nos miran con cara de "estos pobriños se han perdido". Al final del pueblo llegamos a una iglesia pequeñita, del estilo de las de por aquí, así en plan rústico. Damos la vuelta por las estrechas calles (en estas no cabían dos coches juntos ni de milagro) y proseguimos el camino hacia Santa Cristina. Y finalmente, llegamos.

El monasterio es pequeño, nada que ver con Santo Estevo, pero bonito. Es el segundo más antiguo de toda Galicia, pero sólo se conserva de lo más antiguo la portada de la iglesia, de estilo románico, el resto son remodelaciones posteriores. Aún así, tiene mucho encanto y pasamos buen rato por su claustro, la iglesia, y los alrededores, llenos de árboles secos, podridos por dentro.

Tras la bonita visita, vamos hacia el mirador de los balcones de Madrid, en el pueblo de Parada Do Sil. Seguimos las indicaciones y no nos cuesta llegar. Las vistas son muy chulas, se ve el río Sil debajo y los cañones, aprovechamos para hacernos unas cuantas fotos.










Cogemos el coche y decidimos ir hacia Ourense ya, pero cuando estamos saliendo del pueblo de Parada Do Sil, Carlos ve una señora cortando pulpo y piensa que es una feria. Paramos, bajamos del coche y nos acercamos a ver qué es. Hay una sombrilla con una olla muy grande al fuego, una pequeña barra, los platos típicos del pulpo y una señora cortando a trozos el pulpo y poniéndolo en los platos. Nos ponemos a hacer cola para comprar un poco. Esperamos un rato, la señora está con su marido, que saca varios pulpos del coche y los pone a cocer en otra olla más alejada. La mujer le dice a su marido que esté tranquilo, que ella sólo tiene dos manos y no puede ir más rápido. Es curioso lo rápido que corta el pulpo y lo coloca encima de los platos. También se puede pedir para llevar, el pulpo con el pimentón, aceite y sal lo mete en una bolsa y ésta la mete en otra en la que echa caldo de la olla para que no se enfríe. Nosotros seguimos haciendo cola, yo con la boca abierta de ver algo tan típico y Carlos ilusionado por la situación. Por fin nos toca y pedimos una ración, 6 €. Le preguntamos si se puede tomar en el bar de al lado y nos dice que sí. Así que entramos y nos sentamos en la barra. Pedimos dos Coca-Colas. Probamos el pulpo y... ¡mmmmmmmmhh!, impresionante, el mejor que hemos probado jamás. Está tierno, sabroso, y en cantidad tal que decidimos que esa sería nuestra comida para hoy. Nos vamos del pueblo, intentando hacer fotos a la sombrilla, pero es difícil, ya que no quiero que la señora se enfade. Así que Carlos decide dar la vuelta y pedirle con todo el morro que se haga una foto con nosotros. La mujer dice que va a salir mal pero accede fácilmente, aunque se va hacia la olla más alejada, coge un pincho, "pesca" un pulpo y me da el pincho para que lo sujetara y nos hiciéramos una foto. ¡Qué amable! Nos hacemos un par muy chulas que nos servirán para recordar la pintoresca situación y lo bueno que estaba el pulpo.

Ahora sí, salimos hacia Ourense. La carretera no es tan chula, pero está bien. Al cabo de un rato hemos llegado. Durante el camino, hemos hablado de comprar una empanada gallega en algún sitio y comérnosla tranquilamente en la habitación del hotel. En Ourense, nos liamos un poco pero rápidamente encontramos un lugar donde aparcar no muy alejado del centro. Casualmente, vemos unos puestos cerca de un mercado donde pone que venden empanadas y pan. Nos acercamos y compramos una de carne. Al lado hay una señora que vende unas rosquillas dulces y le compramos una bolsa. Hablamos con ella un ratito y nos comenta que vayamos a ver las termas, en las que el agua sale a mucha temperatura de forma natural y son gratuitas. La mujer es muy simpática, nos cae muy bien. Nos despedimos y nos vamos a ver "As burgas", que es una plaza donde hay una fuente en la que el agua sale a una temperatura de ¡67º!. Intento tocarla, pero Carlos me dice que ni se me ocurra, que me quemaré, así que tocamos la que hay en donde cae ¡ufff! ¡quema! menos mal que no he tocado la de la fuente. Probamos las rosquillas, ¡están buenísimas! A la vuelta le compraremos más a la buena mujer. Caminamos hacia la plaza del ayuntamiento y la catedral. La plaza es bonita, pero la catedral nos parece un poco rara, es demasiado robusta y alta, y los edificios están muy pegados, lo que aún la hace más grande a la vista. Se pone a llover más fuerte, así que aceleramos el paso para no mojarnos. Cuando llegamos al coche, nos acercamos rápidamente a comprar más rosquillas.

Nos ponemos a buscar las termas que nos ha aconsejado visitar la señora, pero tras varias vueltas por la ciudad no conseguimos encontrarlo y como llueve tanto, decidimos volvernos al parador. Volvemos por otro camino, para evitar por el que fuimos la primera vez, y la verdad es que mucho mejor, más ancho y más rápido. Desde Monforte hubiéramos hecho más kilómetros, pero te ahorras ese horroroso camino.

Al llegar a la habitación, nos damos cuenta de que no han arreglado el aire y el ambiente es super caluroso. Carlos llama a recepción y les sugiere que nos cambien de habitación. Nos dice que hay una habitación libre, pero que es más pequeña que la otra. La vemos, es más pequeña, también la cama, aunque las vistas dan a la montaña, pero decidimos cambiarnos dado que pensamos que con las horas que son no van a arreglárnoslo a tiempo.

A las 19 h., tenemos concertada una visita guiada por el monasterio. A la hora prevista bajamos a recepción y empieza la visita. El guía nos enseña y nos va contando la historia, empezando desde la iglesia, el claustro más antiguo, otro claustro, las ruinas celtas, el horno, los lavaderos y el claustro central. Aprendemos mucho sobre su historia y me gusta pensar sobre cómo vivían los monjes en aquellos tiempos sin ninguna de las comodidades que tenemos ahora. Me parece que el parador gana en encanto desde este momento, y me dan ganas de conocer más. Nos encanta la visita, ha valido mucho la pena. Además, conocemos porqué los castaños que hemos ido viendo por los caminos recorridos se mueren. Resulta que la gente ya no recoge las castañas y no cuidan ya los castaños. Además, muchas veces cortan los árboles por la parte de arriba, porque así el árbol echa más ramas por abajo, pero al quedarse desnudo por arriba le entra agua y se acaba pudriendo.










Estamos cansados, subimos a la habitación y cenamos la empanada gallega y algunas rosquillas. La temperatura es más agradable, en general, estamos más cómodos en esta habitación.

Un besazo!!!

Día 7: De Cangas de Onís a Santo Estevo

Hoy es nuestro último día en Asturias y como tenemos un largo viaje hasta el siguiente parador, el de Santo Estevo, nos despertamos un poco más pronto de lo habitual. Nos arreglamos y bajamos a desayunar, como de costumbre. Anoche nos propusimos un reto para hoy: no comer nada después del desayuno y hasta las 8 de la tarde. Sabemos que no es una medida muy sana, pero es una forma de dar tregua al estómago y, como el desayuno es muy fuerte, no vemos problema en cumplirlo. Aún así, para evitar caer en la tentación, nos ponemos castigo (o coste de respuesta, como diría un psicólogo... ¡jejeje!) que consiste en que el que coma algo antes de las 8 de la tarde, se tiene que levantar a las 8 de la mañana los próximos 3 domingos para limpiar en casa. ¿Conseguiremos aguantar sin comer tantas horas...? Pues no lo sé, pero por si acaso, me pongo ciego en el desayuno para tener suficientes reservas :-).

Recogemos el equipaje y partimos hacia el próximo destino. Según Google Maps tenemos poco más de 5 horas por la ruta más rápida, pero decidimos que sería interesante hacer una paradita en Astorga y otra en Castrillo de los Polvazares, que nos lo había recomendado el "hombre del supermercado".

Al salir del Parador tomamos la carretera en sentido a Cangas de Onís, mientras configuro el Tom Tom para que nos indique el camino. ¡Cómo no! Nos hemos equivocado. Nuestro amigo (más mío que de Iris) el navegador, nos indica que debemos dar la vuelta, pero no es posible hasta la entrada de Cangas de Onís. Entonces el Tom Tom recalcula la ruta y nos indica tomar un desvío que tenemos unos pocos metros más adelante. Como dos chicos buenos, hacemos caso de las indicaciones y tomamos el desvío, pero ¡en qué hora! Una carretera de las que sólo cabe un coche y llena de curvas. Conduce Iris y empiezo a pensar que su Tom Tom le tiene manía, así que le digo que eso es una represalia por no usarlo mucho... :-).










Acaba la carreterucha y entramos en la nacional; poco después viene la autovía, que pasa circunvalando Oviedo y aprovechamos para echarle un vistacillo a la ciudad. Aunque no es una visita en condiciones, tampoco vemos nada que nos llame la atención, aunque no me parece una ciudad fea. Unos kilómetros después entramos en la autopista que lleva de Oviedo a León, de esta manera evitamos algún que otro puerto de montaña y no prolongamos el viaje más de la cuenta.

Hace ya un buen rato que el paisaje ha cambiado. Ya no vemos tanta vaca pastando y todo se va viendo más marrón y menos verde; supongo que es la proximidad de Castilla León. Llegamos a las proximidades de la Sierra de Casomera y nos adentramos en un túnel. A la salida nos sorprende un nuevo cambio del paisaje: nos encontramos rodeados de montañas con la cima nevada ¡qué maravilla! El paisaje es increíble. Incluso unos kilómetros más adelante pasamos junto a 2 embalses: el de los Barrios de Luna y el de Selga-Ordás (bastante más pequeño que el anterior).

El recorrido no tiene más interés hasta llegar a Astorga. Además, llegando a la altura de León el paisaje se convierte en árido y, en mi opinión, deja de ser atractivo (lo siento, pero no me gustan los paisajes áridos). Astorga es un pueblo con aspecto de ciudad. No tiene casas, sino edificios de varias alturas. Tiene algún edificio bonito, pero en general, no me parece muy interesante. Sin embargo, al llegar al centro vemos la catedral y un edificio al lado, ambos muy bonitos. El edificio es el Palacio de Gaudí y, como todas sus obras, es precioso. Damos una vuelta a la catedral, que también nos gusta mucho, para hacer algunas fotos y nos encontramos con una procesión de Semana Santa, pero a ninguno de los dos nos llaman la atención la procesiones, así que la seguimos un poco, pero tampoco le hacemos mucho caso. De vuelta hacia el coche entramos en una panadería para comprar unas mantecadas de Astorga, que tienen mucha fama. Estas son para Valencia, así que no puedo decir si hacen honor a su fama :-(.

Después de Astorga paramos en Castrillo de los Polvazares. Nos tenemos que desviar un poco, pero está muy cerquita. La primera sensación que me llevo es que estamos ante un pueblo fantasma. Todas las casas son de color rojizo, hechas con piedra, pero muy bien conservadas. Aunque parecía que allí no vivía nadie, no es cierto, ya que el pueblo está totalmente habitado; es más, tiene varios mesones y un hostal. A la entrada nos encontramos con un hombrecillo con una guitarra que canta cuando pasa alguien.










De nuevo detectamos un cambio en el paisaje: vuelve a verse todo más verde, aunque no tanto como en Asturias, pero lo más llamativo es que las casas tienen todas el techo de pizarra. Se nota que estamos entrando en Galicia...

La siguiente parada es en Monforte de Lemos, donde se encuentra el parador que descartamos como alternativa al de Santo Estevo. El pueblo está siituado alrededor de una colina, en cuya cima se divisa un monasterio con su iglesia. Queremos dirigirnos hacia él, pero antes llegamos a un edificio también monumental. Aparcamos el coche y vemos que junto al edificio está la oficina de turismo, así que entramos a preguntar. Salimos encantados porque la chica nos atiende fenomenal, dándonos información, tanto de Monforte de Lemos, como de la Ribeira Sacra, que es la zona de Santo Estevo. Según nos indica, el monasterio que hemos divisado es el Parador, así que cogemos el coche y subimos hasta arriba. El Parador es muy bonito, pero muy ruidoso, al menos en la zona de la cafetería. Parecía como si hubiera mucho turista que había entrado a curiosear y tomar un café, como si estuviera en una cafetería del pueblo. Esto no me gustó mucho y, en parte, me alegré de no haber elegido este parador.

Quedan pocos kilómetros hasta Santo Estevo, unos 35 más o menos, pero el último tramo de carretera no parece muy agradable, según el mapa. Cerca están los ríos Miño y Sil. Ambos tienen un caudal importante, incluso en algunas zonas parecen pantanos, en lugar de ríos. Además, por la Ribeira Sacra están rodeados de montañas, formando un paisaje espectacular. La carretera va en todo momento junto al río Miño, hasta que llega el desvío hacia el Monasterio de Santo Estevo. Aquí comienza el peor tramo de carretera, mal asfaltada, estrecha y llena de curvas. Son poco más de 7 kilómetros, pero se nos hace interminable. Al final, damos a otra carretera más decente, donde el asfalto está bien y hay 2 carrilles, uno para cada sentido. Esta es la que nos lleva definitivamente hasta el Monasterio.

La llegada al Monasterio de Santo Estevo es espectacular. El paisaje es muy frondoso, lleno de castaños y con el río Sil al fondo. El Parador (Monasterio) se ve desde arriba y tiene un aspecto muy bueno: mucho más bonito que el de Monforte de Lemos :-). Por dentro tiene 3 claustros, uno rectangular y grande, y 2 cuadrados más pequeños. Como ya son casi las 8, decidimos dejar la visita para mañana y arreglarnos para bajar a cenar, que llevamos desde las 11 sin comer nada. Efectivamente, al final lo hemos conseguido y no hemos comido nada desde el desayuno :-).













El comedor se ve elegante y tiene el techo muy alto (3 alturas). Nos sentimos muy a gusto y de aspecto, nos parece el mejor de los Paradores en los que hemos estado. Parece que vamos subiendo de nivel :-). Para cenar, esta vez somos comedidos y pedimos sólo 2 platos para compartir: pulpo a feira y lacón con grelos; muy gallego todo ello... Para acompañar, un vino D.O. Ribeira, que no tiene nada que ver con el Ribeiro que conocemos, y de postre, un arroz con leche para compararlo con el asturiano. El vino está muy bueno y nos recuerda un poco al Icono, que es el tinto de la boda. El arroz con leche, buenísimo; del estilo del que conocíamos, por lo que distinto al de asturias. A mi, personalmente, me gustó mucho más el de Asturias, aunque reconozco que este está buenísimo (de los mejores que he probado).

Ahora, a descansar, que nos lo hemos ganado :-).

¡¡Buenas noches!!

domingo, 5 de abril de 2009

Día 6: Cangas de Onís - Covadonga - Picos de Europa

Gracias por seguirnos, chicos, nos alegramos de que os guste. Jose, te aconsejo que lo leas.

Despertamos en nuestro sexto día de viaje, en el parador de Cangas. El día amanece nublado y podemos observar en el suelo que ha llovido. Nos fastidia un poco, ya que hoy queremos ir a Covadonga, los lagos y el Naranjo de Bulnes, pero unas cuantas "gotitas" no nos van a cambiar los planes. Empezamos desayunando, como siempre, aunque yo por lo menos un poquito menos que de costumbre, ya que estoy un poco saturada de tanta comida.

Salimos hacia Covadonga, que resulta que está más cerca de lo que pensábamos, tan sólo a 12 kms. Cuando llegamos, está muy nublado y con una niebla impresionante, pero vamos bien abrigados, con capucha y paraguas (bueno, yo, porque Carlos pasa, como siempre). Nos hacemos unas fotos por la colegiata de San Fernando y entramos dentro. El ambiente está lleno de humo de incienso y nos llama la atención que la iglesia tiene calefacción, aire acondicionado.

Salimos y nos dirigimos al santuario de Covadonga. Es curioso, se entra por una especie de cueva que me recuerda en algo a los relatos de El Señor de los Anillos, a las cuevas de los enanos, ya que dentro de la cueva hay lámparas y columnas que sostienen la construcción. Seguimos hacia dentro y están haciendo misa, así que vemos por encima lo que es el santuario en sí mismo y la Virgen de Covadonga. Bajamos por las escaleras y llegamos a la parte de abajo. Nos hacemos unas fotos:


Por un pequeño pasillo mojado, nos acercamos a la fuente de los cinco caños. Creo recordar de la otra vez que estuve por aquí, que dijeron que teníamos que beber de cada uno de los caños si queríamos casarnos, así que, como ya lo estamos, no bebemos. Aprovechamos para hacernos más fotos y pedimos a unos chicos que nos hagan una juntos (parece que el viaje lo estemos haciendo cada uno a su bola, porque siempre salimos sólo uno en la foto).



Parece que está lloviendo más fuerte, así que abrimos el paraguas y al cabo de un poquito ¡plaf! ¡Adiós al paraguas! Sí, mi paraguas que ha compartido conmigo más de cinco años acaba de morir :-(. Y lo peor, es que justo este día tan nublado, menos mal que llevo capucha y parezco la mujer michelín con la chaqueta que llevo, jejeje. Ya lo hemos visto todo, así que nos vamos al coche.

Carlos quiere subir a ver los lagos. A mi me parece una locura, me han dicho que la carretera es muy dificultosa, con muchas curvas, estrecha y empinada, y además subir para no ver nada por la niebla.... Pero Carlos insiste y, en fin, ya que estamos aquí...

Se confirman las apreciaciones sobre la carretera, durante un tiempo paso un mal rato y encima con la niebla que había, ufff, qué ansiedad. No pasa nada, exposición Iris, y Carlos conduce muy bien. Después de curvas, curvas y más curvas, llegamos a la cima (aunque parecía que no llegábamos nunca). Efectivamente, hay mucha niebla y se ve poco, es una pena porque debe ser precioso. Nada más llegar, vemos un poquito el lago y bajamos para intentar aparcar. El guardia nos dice que el aparcamiento está cerca, pero allí arriba está todo nevado y el parking está más lejos de lo que dice el guardia. Así que decidimos no bajar del coche, dar la vuelta y aparcar un momentín en una carreterilla que hemos visto arriba. Al dar la vuelta, sacamos unas fotillos:


Y menos mal, porque cuando llegamos arriba, la niebla ha bajado y no se ve absolutamente nada. Parece mentira, en cuestión de unos minutos. Así que retomamos el camino de vuelta.

Todavía es pronto y, para variar, después del pedazo desayuno, no teníamos demasiada hambre. Así que partimos hacia el funicular de Bulnes. El camino hacia allí es precioso, una carretera de montaña llena de curvas y entre campos verdes primero y montañas interminables después. De repente, en los picos, empezamos a ver cabras montesas y Carlos grita: ¡Mira cariño, una cabra detrás del quitamiedos! Así que paramos el coche, bajo con la cámara, y, efectivamente, una cabrita con su papá cabró... bueno, papá cabra, comiendo hierba. Les hago unas fotos, las pobres se asustan enseguida y el papá intenta proteger a su hijito ¡más mono!.


Seguimos nuestro trayecto, intentando ver más cabras, y cada vez el paisaje se hace más bonito, un río sigue su curso al lado de la carretera. Llegamos al funicular y entramos a preguntar. La verdad es que nos parece un poco caro, y encima la chica nos dice que no vamos a ver el naranjo por la niebla. Decidimos no subir y disfrutar un poquito del maravilloso paisaje, aunque sigue lloviendo.

Después de un pequeño paseo lluvioso, decidimos volvernos al hotel y comer algo ligero (si sabemos). Retomamos el camino de vuelta, que se hace más corto de lo esperado. Al llegar, bajamos directamente a comer, ya que son las 15 h y nos pueden cerrar el restaurante. Finalmente, acabamos pidiendo como siempre muchísimo:

1º: Repetimos con el salmón, que estaba impresionante. Y pedimos también unos tortinos de maíz con hígado caramelizado, muy buenos, pero yo ya estoy demasiado saturada y se los tiene que acabar Carlos.

2º: Carlos pide un lomo de ternera emparrillado con verduras plancha. Yo me como casi todas las verduras y por fin Carlos disfruta de un buen trozo de carne.

Postre: mira que no queríamos comer demasiado, pues nos tomamos un heladito de 4 bolas de leche merengada. Para reventar, vamos.

Dormimos una buena siesta, y para cuando despertamos, que es tardísimo, las 19 h, nos vamos a Cangas, ya que teníamos que hacer unas cuantas cosas. En primer lugar, compramos un nuevo paraguas, snifff, snifff. Y vamos a un super a comprar champú y agua. Allí nos encontramos con un amable asturiano que nos informa sobre la "sidrina", diferentes sidrerías donde cenar y estamos hablando con él entorno a media hora.

Nos vamos a cenar a una sidrería y nos cuesta decidir a cuál. Nos han recomendado varias, pero al final optamos por una que está bastante llena y que tiene pinta de ser bastante típica. Se llama ACBU. Primero pedimos unas "sidrinas" y como menú, algo ligerito:

1º Choricitos a la sidra

2º Repetimos con los tortinos (tortitas de maíz caramelizadas) pero esta vez con cebolla y queso fundido, realmente interesante.

De postre, no podía faltar, unas natillas de queso preparado por los pastores. Muy buenas y originales.

Ese aparato es para escanciar la sidra. Nos vamos a dormir, ¡buenas noches!

sábado, 4 de abril de 2009

Día 5: Cangas de Onís

La primera noche en el parador de Cangas de Onís resulta muy agradable. Estábamos cansados de la paliza de ayer y nos acostamos con la idea de no madrugar; así que nos hacemos los remolones en la cama antes de levantarnos. Eso sí, el desayuno no hay que perdérselo, así que nos ponemos en pie y bajamos a desayunar. Notamos algunas diferencias en el desayuno, que denotan el cambio de región: ya no hay anchoas ni sobaos, pero sí que hay arroz con leche y eso es algo que tengo que probar... Su sabor tiene un toque distinto al que he probado otras veces. Parece como más denso, quizás una textura algo harinosa, pero está de miedo. ¡Me encanta! Podría decir que el mejor que he tomado hasta ahora.

El Parador está junto al río Sella, donde hay 3 cotos de Salmón muy próximos. Vemos un cartel que recomienda 2 rutas que van junto al río, una en cada sentido partiendo desde el parador. Una de las rutas termina en Cangas de Onís; así que decidimos recorrer ambas rutas, que son menos de 2,5 km y acabar en Cangas de Onís. En principio este es el plan para hoy: algo tranquilo.










Comenzamos la ruta más corta que es de 800 metros y va todo el rato junto al río. La verdad es que el paraje es muy bonito. Yo intento localizar algún pez, incluso algún salmón, pero no hay forma. Es curioso, pero todavía no he visto ni un solo pez en ninguno de los ríos por los que hemos pasado. ¿Será que el agua está muy fría y se quedan en casina? :-S. Alcanzamos una zona donde el agua no llega hasta la orilla, dejando un área de cantos rodados enormes y decidimos bajar para acercarnos a la orilla. En esta zona el río no tiene mucha profundidad y el fondo está lleno de cantos rodados que van cortando el paso del agua. Una vez más, con la intención de buscar algún salmón (iluso de mi...) me fijo en el agua y ¡ahí hay uno! Veo un animal moviéndose contracorriente entre el agua y los cantos rodados. Parece demasiado grande para ser un salmón. De repente se para y asoma la cabeza y grito: ¡cariño, una foca! Y, con toda razón me dice Iris: ¿Cómo va a ser una foca aquí? ¡Jajajajaja! ¡Qué flipao soy! Resulta que era una nutria... ¡Qué flipe! Ni por un segundo se me habría pasado por la cabeza que podríamos ver una nutria en el río; sin embargo, parece ser que es uno de los habitantes por esta zona. La nutria continua su camino río arriba y vuelve a pararse y a asomar la cabeza. Nos mira y al vernos, se mete en el agua y sale disparada, pero esta vez río abajo, dejándose llevar por la corriente. Parece que nuestra presencia la ha asustado y huye. Antes de desaparecer, esta vez sin parar, saca la cabeza y la cola, mirando hacia nosotros. Seguramente para asegurarse de que no íbamos detrás de ella, pero preferimos pensar que era para saludarnos :-).

Sin darnos cuenta se ha hecho la hora de comer... ¡cómo pasa el tiempo! ¡madre mía! Cambiamos de planes y decidimos comer en el parador y dejar la visita a Cangas de Onís para la tarde. Aunque algunos platos coinciden, el menú de este Parador me resulta más apetecible que el de Santillana del Mar. Iris no tiene mucha hambre y decide tomar sólo 1 plato: paté de cabracho, elaborado a base de pez de roca. No está mal, pero tiene demasiado sabor a pimiento, lo cual le mata el sabor. Yo, por otra parte, me lanzo a por un menú autóctono:
  • Carpaccio de Gochu. No sé lo que es el Gochu, pero parece como una especie de jamón. El plato es enorme...
  • De segundo, el plato estrella: la fabada con compango. Estamos en Asturias, así que no podía faltar una buena fabada :-). Sin duda, muy buena.
A pesar de la fabada, no me siento muy pesado, lo cual es genial porque no me entra la modorra que esperaba tras semejante "platerà". Nos ponemos en marcha para recorrer la segunda ruta de 1,5 km que termina en Cangas de Onís, pero Iris no se encuentra muy bien (tiene algo de dolor de estómago), así que decidimos volver a la habitación a descansar un poco. Tras un ligero sueñecito, Iris se despierta mejor y emprendemos la marcha, pero para no arriesgar, decidimos ir en coche.

Cangas de Onís es un pueblo muy bonito. A la entrada de el pueblo vemos un puente romano muy bien conservado. Continuamos por la avenida principal, donde vemos muchas tiendas de souvenirs y unas cuantas sidrerías. Encontramos aparcamiento y nos dirigimos hacia el puente romano, donde nos hacemos unas cuantas fotos. Desde lo más alto del puente hay unas vistas muy bonitas, tanto del pueblo, como del río y de los alrededores.










Mientras paseamos por el pueblo, vamos parando en algunas casas que parecen monumentos, pero sobre todo, aprovechamos para entrar en las tiendas de souvenirs y comprar algunos regalillos. La ruta turística finaliza cuando llegamos a la iglesia del pueblo. Es un edificio atípico, pero bonito. En frente tiene una placita con un pequeño jardín y una fuente en el centro. Nos hacemos algunas fotillos.










Ahora toca ir en busca de una sidrería para cenar mañana (hoy cenamos en el parador), pero, a pesar de ver bastantes, no nos decididimos por ninguna. Preguntaremos en el Parador a ver si nos pueden recomendar.

Estamos de vuelta en el Parador. Esta noche queremos darle una tregua al estómago y pensamos que sería interesante cenar una ensalada en la cafetería, donde se está muy relajado. Así lo hacemos y pedimos símplemente una ensalada mixta, un café y un par de licores para rebajar :-).

Esto es todo por hoy. Mañana, más.